La exposición nace con el objetivo de analizar el papel de la pintura al aire libre como motor de la renovación plástica del siglo XIX. Ya desde finales del s.XVIII los pintores acudían a pintar al aire libre para completar su formación, pero esas obras no eran consideradas para el ámbito privado ni tenían el mismo valor que otro tipo de pintura, sino más bien se hacían como ejercicios de destreza.
No fue hasta principios del s.XIX cuando pintar al natural se extendió haciendo de los ejercicios paisajísticos un ámbito más del arte, eje principal del naturalismo, con escenarios imprescindibles como el bosque de Fontainnebleau, representado por artistas desde la Escuela de Barbizón-Rousseau hasta los impresionistas e incluso postimpresionistas.
La muestra no se ordena de forma cronológica, sino que se hace de manera temática, ya que abarca diferentes motivos de la naturaleza: desde tormentas hasta paisajes rurales, pasando por bosques, montañas, el mar o terrazas y tejados. Los cambios de luz y de los propios elementos de la naturaleza, la espontaneidad y la rapidez de ejecución supusieron toda una revolución por la que puede pasearse en el Museo Thyssen hasta el próximo 12 de mayo.